La caída del muro de Berlín: ¿el fin del comunismo?
A dos décadas del suceso que supuso para el planeta entero el fin del comunismo, no son muchas las cosas que nos separan de aquellos tiempos.
En efecto, si bien la caída del Muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989 vino a poner de manifiesto el fracaso mundial marxista, lo cierto es que la espeluznante ideología mantiene tanta vigencia como en antaño.
Haciendo uso de notables estrategias de supervivencia, los numerosos prosélitos de este espectro ideológico han sabido perdurar en el tiempo y sortear con destreza las consecuencias de la derrota comunista.
Ocurre que la izquierda ha cambiado de maquillaje, perfilándose hacia un costado menos economicista y abocando su discurso hacia aspectos culturales y sociales, como una suerte de ruta segura para la reconstrucción de sus estructuras y la obtención de poder en sendas áreas.
Así las cosas, la abolición total de la propiedad privada, la famosa reforma agraria, la nacionalización de los medios de producción, entre otros disparates probadamente fallidos, ya no engrosan (al menos por el momento) la agenda de objetivos del izquierdista contemporáneo.
En su lugar, la bandera de los Derechos Humanos (levantada siempre que el violador de aquellos no sea de izquierda, por supuesto), las corrientes jurídicas favorables a los criminales, el indigenismo, el relativismo moral y un dirigismo que viene en claro aumento, configuran el exitoso maquillaje con el que el marxismo ha recobrado poder y embaucado a cuantiosos desprevenidos.
En rigor, las contradicciones ideológicas supuestamente finalizadas luego de la caída del Muro de Berlín han ido resurgiendo paulatinamente.
Dicho con otras palabras, el desplome del muro que en estos días el mundo entero recuerda en su vigésimo aniversario, lejos de significar el fin del marxismo, constituye tan sólo una derrota parcial ya soslayada por la izquierda actual.
En nuestro continente, la reorganización de la izquierda luego del derrotero comunista de 1989 fue propulsada e ideada por el llamado Foro de São Paulo, convocado por primera vez en 1990 y organizado por el Partido de los Trabajadores (PT) de Brasil y nada más ni nada menos que por el Partido Comunista de Cuba.
Esta primera reunión deliberatoria fue engrosada por 68 fuerzas políticas de inclinación marxista pertenecientes a 22 países latinoamericanos y caribeños.
Pero el crecimiento ha sido tal, que seis años después, ese guarismo incrementaría a 187 delegados pertenecientes a 52 organizaciones miembros; 144 organizaciones invitadas representadas por 289 participantes; y 44 observadores pertenecientes a 35 organizaciones de América, Asia y Europa.
Vale destacar que entre las organizaciones que engrosan el foro en cuestión, se encuentran bandas terroristas de la talla del Ejército de Liberación Nacional (ELN) y las propias Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), lo que evidencia la verdadera composición ideológica tras el nuevo maquillaje.
Pero lo cierto es que el Foro de São Paulo diagramó su estrategia, como lo señalamos anteriormente, en torno a las cuestiones culturales y sociales, dejando momentáneamente de lado los aspectos economistas más ortodoxos del marxismo, a los que, en rigor de verdad, suscriben en el fuero íntimo.
Luego, cuando las condiciones estuvieran dadas, la propia coyuntura brindaría la oportunidad de radicalizarse.
Las consecuencias del accionar de la organización de marras están a la vista:
un nuevo eje de indiscutida inclinación marxista, denominado por sus referentes como “socialismo del Siglo XXI”, acecha a nuestro continente y ocupa enormes espacios de poder en variados países.
El líder indiscutido, Hugo Chávez, y sus intentonas por agudizar contradicciones ideológicas que pueden explotar en cualquier momento, lo colocan cada vez en posiciones más ortodoxas, lo que pone de relieve que el cosmético moderado ha sido tan sólo un paso dentro de la estrategia concebida por los ideólogos de la nueva izquierda.
La persecución a opositores, la censura a los medios de comunicación, la nacionalización de medios de producción, los constantes atentados contra las libertades individuales, entre otras muchas atrocidades, colocan al gobierno chavista en el indecoroso rol de líder del nuevo eje.
Y hasta tal punto es así, que el apoyo que en otrora brindaba la URSS a Cuba, aunque en cantidades distintas, actualmente lo otorga Venezuela a los efectos de mantener el castrismo en el poder.
También existen fundadas sospechas de financiamiento a las FARC, hecho que también pondría de manifiesta la intención de conservar a los referentes comunistas de la línea más dura.
En suma, no quedan dudas de que el marxismo no murió aquel 9 de noviembre de 1989: no sólo que está actualmente vigente, sino que ocupa relevantes espacios de poder y pretende dominar al continente bajo las banderas del “socialismo del Siglo XXI”.
En este sentido, quizás, y sólo quizás, la guerra fría haya sido un simple prólogo de los tiempos que nos esperan.
*(El autor tiene 20 años, es estudiante universitario y autor de numerosos artículos de opinión e investigación.
Pertenece a la comisión directiva de la Asociación Civil "Movimiento por la Verdadera Historia", adherida a UnoAmérica.
Está culminando su primer libro sobre la década del `70, que será publicado a principios del año que viene).
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