En estos días, en América Latina, pensamos que estamos muy lejos de la terrible guerra de odio que se está librando día a día en Medio Oriente, pero la verdad es que no estamos tan al margen de esta situación.
El presidente venezolano, Hugo Chávez, ha “importado misioneros” chiitas de Irán para convertir a los Guajiros y demás indígenas de la amazonia.
Toda la tribu Wayuu se ha vuelto musulmana; las mujeres se ponen el velo y los hombres practican tiro con fusiles Kalashnikov.
Algunos se hacen fotografiar con el cinturón suicida cargado de bombas y el gobierno venezolano difunde las imágenes, publicitando su avenencia con Ahmadineyad y los grupos terroristas del Medio Oriente.
La noticia publicada por José Brechner (ex diputado boliviano) parece exagerada e increíble, pero desgraciadamente es una realidad. El artículo incluye fotos de los indígenas convertidos.
El gobierno venezolano también se ha encargado de difundirlas por internet.
Este movimiento, antisemita y anticristiano, se denomina “Movimiento Islámico Revolucionario de Venezuela”, y pretende traspasar las fronteras y abarcar toda Latinoamérica, lo cual ya se vislumbra con la creación del “Partido Político Militar Islámico de América Latina Hezbollah”.
Esta agrupación terrorista ya está operando en la República del Salvador, Venezuela, Nicaragua y ya ha llegado hasta el extremo sur.
Junto a sus proclamas aparecen fotos de terroristas islámicos con los rostros cubiertos por turbantes y portando en sus manos armas de un alto poder destructivo.
La misión de los misioneros iraníes es convertir a los millones de indígenas quechuas y aimarás en Bolivia.
Se dice que el vínculo entre los presidentes de Venezuela e Irán no es simbólico y comercial únicamente, sino que ya está en gestación el “huevo de la serpiente”, metáfora utilizada para describir el nacimiento de la bestia nazi en la Europa de los años 30’.
En nuestro territorio, si no se la descabeza a tiempo, la serpiente viene agazapada con la finalidad de sembrar en América latina sangre y luto, tal como hizo en sus tierras de origen.
El Hezbollah Venezuela ya ha realizado ataques terroristas.
Los misioneros evangelistas han desaparecido de la selva; han sido expulsados porque -según el gobierno venezolano- son espías y genocidas.
También acusan a las federaciones israelitas-sionistas de confabulación para apoderarse de las finanzas, comercio y cargos políticos en Venezuela.
Muchos venezolanos se están convirtiendo al Islam, no por su fe a Alá, sino por su odio a Estados Unidos por su ayuda a la Nación de Israel, a la cual llaman “el demonio del norte”.
En Bolivia -el país más autóctono de Sudamérica- la conversión al Islam es parte importante del complot izquierdista-islamista que apunta hacia la conquista de América, imponiendo el totalitarismo bajo el látigo de Morales, con Chávez y Ahmadinejad como jefes.
La conversión de los quechuas y aimaras no va a ser tan rápida ni fácil como la de las tribus venezolanas, porque la población indígena boliviana suma millones, pero la meta de los musulmanes es precisamente ésa: convertir a millones.
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