viernes, 4 de junio de 2010

EL GARANTISMO O ABOLICIONISMO

METIDO COMO CUÑA EN LA ULTRAJANTE FILOSOFÍA DE ALGUNOS JUECES.

NO ES CASUAL SINO CAUSAL DE UNA NO MENOS ULTRAJANTE POLÍTICA DE GOBIERNO

Sí, porque esto en realidad, tiene más de abolicionismo que de garantismo.
Si le cabe alguna duda, recurra al Dr. Zaffaroni o alguno de sus tantos discípulos desparramados dentro del Poder Judicial; se lo van a poder explicar con absoluta claridad.
Se oponen a las penas privativas de la libertad, por entender que el criminal no es otra cosa que víctima de una sociedad que no le ha ofrecido la posibilidad de integrarse a ella.
En definitiva, Ud., que labura, vive ajustado a derecho, forma una familia y procura vivir en un país mejor, aparece convertido en un terrible hijo de puta y entonces, nada mejor que no detener o reinsertar de inmediato en esa sociedad a la que pertenece, al homicida, al violador, al pedófilo, al narcotraficante.
Entienda de una buena vez, que esto no es producto de la casualidad; entienda de una buena vez que los argumentos que se esgrimen y hacen posible que éstas bestias vuelvan a matar o a vejar, carecen de sustento.
Las cárceles, además de obsoletas e inseguras, carecen de espacio para albergarles.
¡Esto es una falacia!; una mentira más de las tantas a las que asistimos absortos, inertes, confundidos.
Si les concediera el beneficio de la verdad, debería preguntar…
¡con todo lo que se despilfarra y roba en éste país!,
¿no es acaso posible construir una enorme cárcel de máxima seguridad o tantas como sean necesarias alejadas de los centros urbanos?.
Y entonces, Ud. me dirá:
“eso no es responsabilidad de los jueces, sino del Gobierno Nacional y eventualmente de los Gobiernos Provinciales”.
En ése caso, Ud., además, se convertiría en un cándido.
Sepa y sepa bien que esa repugnante y ultrajante filosofía del título, tiene justamente en el Gobierno Nacional, a sus hoy legítimos representantes, una legitimidad que justamente le concede, la voluntad mayoritaria de quienes hoy somos “presas” de él.
Pregonan una cosa y alevosamente estimulan y sostienen otra.

Ahora van por el núcleo social, ese que tanto Ud. como yo, suponíamos invulnerable, impenetrable.
Y vea si la tiene ante sus ojos y su entendimiento.
¿No le resulta acaso sugestivo que el “oficialismo” bregue por la sanción de una Ley que haga reconozca el matrimonio entre personas del mismo sexo?.
Pues no debería resultarle sugestivo sino indignante;
debería ser el detonante que le permita salir del letargo concesivo en el que evidentemente se encuentra inmerso y no le permite decir
¡BASTA!, antes que terminen con Ud. y su familia.

Ricardo Jorge Pareja

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