martes, 9 de febrero de 2010

MEDIA VERDAD ES IGUAL A MEDIA MENTIRA

Marchen un millón de muertos para satisfacer al terrorismo comunista del ERP y de Montoneros
Media verdad es igual a media mentira
José Ignacio Rucci no murió de un síncope.
Tampoco en acción de combate.
Fue salvaje y cobardemente asesinado cuando salía de su casa.
Corría el año 1973, hacía dos días que la fórmula Perón-Perón había triunfado en las elecciones presidenciales.
Sus asesinos, los intelectuales y los materiales, tirándole el cadáver de su principal aliado, el Secretario General de la CGT, querían demostrar su fuerza a Perón con el objeto de negociar el poder en mejores condiciones.
Haciendo gala de un humor macabro, bautizaron al atentado terrorista con el nombre de Operación Traviata, porque la cantidad de agujeritos que tenía la galleta coincidía con los que le habían hecho al cuerpo de Rucci.
Esa era la manera de hacer política de la banda Montoneros.
Es verdad, también militaban en las villas miseria; pero no los persiguieron por eso.
Los persiguieron porque eligieron, en lugar de los votos, las balas para llegar al poder.
Esto también paso en la infausta década del 70.
La historia debe contarse toda si se quiere aprender de ella.
Amputarle una parte es no solo falsearla sino también enturbiar el normal desarrollo de la sociedad.
Jean Francois Revel dice que al mundo lo maneja la mentira.
Mentir, ocultar u omitir acerca de acontecimientos históricos trágicos no es gratuito.
Sostiene Revel que los políticos, como los ingenieros civiles, construyen y ejecutan sus proyectos en función de la información que recaban de la realidad.
Así, el constructor debe conocer el tipo de suelos, la resistencia de los materiales, etc; antes de levantar el edificio.
De la misma manera, los políticos y, la ciudadanía en general, deben saber que sucedió en determinada etapa histórica, para poder construir hacia adelante.
Ahora bien, contra esa necesidad conspiran múltiples factores de diverso orden.
Entre otros, la simpatía acrítica que, en los grupos de opinión, genera el marxismo como supuesta doctrina de la liberación humana.
También, el consecuente odio al capitalismo por su supuesta responsabilidad en la explotación del hombre.
Odios y amores difíciles de entender si nos atenemos a los hechos.
Porque allí donde se llevó a la práctica, el comunismo solo trajo esclavitud y miseria.
Sin embargo, el hecho de ser de izquierda, paradójicamente, tiene la virtud de otorgar impunidad e inmunidad.
Así, los crímenes nazis son horrendos (que lo son) y los del partido comunista soviético, en cambio, una necesidad histórica.
Una cosa es, por ejemplo, la ejecución de los derechistas Rucci, Vandor o Aramburu y otra, completamente distinta es el asesinato del oficial montonero, Rodolfo Walsh; gran escritor y también gran técnico en la preparación y colocación de bombas.
No es fácil resistirse al encanto del marxismo.
Aún cuando, en forma expresa, Marx manifiesta que el genocidio de una clase social es algo inevitable, deseable y moralmente imperativo.
La burguesía y aquellos que la apoyan deben ser aniquilados por la dictadura del proletariado.
Así, Lenin y Stalin, marxistas consecuentes eliminaron alrededor de 20 millones de contrarrevolucionarios-capitalistas; la perversa dinastía feudal de los Romanov, derrocada y asesinada por Stalin y Lenin, en cambio, en cien años mató a seis mil rusos.
El genocidio de la oposición de clase es el único camino al socialismo.
Así, también, lo entendieron el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y Montoneros.
Al respecto, el jefe del ERP, Roberto Santucho, a su hermano Asdrúbal, confiaba lo siguiente:
Creo que para lograr la patria socialista vamos a tener que matar a no menos de un millón de personas.
Un auténtico genocida en potencia. O, acaso le cabe otro calificativo a este pichón de Hitler.
No pudo concluir su proyecto totalitario, lo mataron antes.
En la acción murió también el Capitán del Ejército Argentino, Juan Carlos Leonetti.
Algún día, cuando los derechos humanos dejen de estar tuertos o la justicia tenga bien vendados los ojos, Leonetti, recibirá el homenaje que todavía le debe la democracia argentina.
Mauricio Ontin
Licenciado en Filosofia
UNSa

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