La puja entre De Vido y Fernández vuelve a calentarse en torno de la instalación de radares encargados en la frontera norte del país, por donde se cree que se registra el mayor tránsito de aviones del narcotráfico.
Aníbal Fernández y Julio de Vido viven uno de los picos de tensión en la larga relación signada por el amor y el odio que los ha unido desde que por distintos caminos llegaron al gabinete de Néstor Kirchner en 2003, y fueron luego ratificados por Cristina Fernández cuatro años más tarde.
Desde los costados del ministro de Planificación siempre consideraron un recién llegado al Jefe de Gabinete, a quien en privado suelen achacarle su pasado menemista y duhaldista.
Ellos se consideran en cambio kirchneristas puros, o como suelen decir, “no contaminados”, sayo que le cabe a medida a los que como el quilmeño no llegaron desde el sur y el frío con poca ropa y muchas ansias de poder junto al matrimonio que ha gobernado el país estos últimos ocho años.
Hecha la presentación de los contendientes, se acaba de destapar una nueva pelea interna, que por supuesto de uno y otro bando van a negar y seguramente adjudicaran a un invento de los medios enemigos, o a operaciones de prensa cruzada entre sus respectivos cuarteles, entre Aníbal y Julio, como se llaman mutuamente cada vez que se juntan en un acto o para la firma de algún acuerdo.
La pelea se desató hace unas semanas en torno a un tema altamente polémico hacia adentro del gobierno, y que genera no pocas críticas en el exterior: la falta en la Argentina de un adecuado sistema de radarización que permita combatir más eficazmente el narcotráfico.
El gobierno ya había sido advertido tiempo atrás por organismos federales norteamericanos sobre la cuestión, como la propia DEA (Drug Enforcement Agency), pero la actitud del gobierno, y especialmente del Jefe de Gabinete, fue la de minimizar el problema y reprochar al gobierno del Norte que pretenda indicarle a la Casa Rosada cómo se debe gobernar.
La cuestión tampoco había sido resuelta ni atendida eficazmente por Nilda Garré mientras se desempeñó como ministra de Defensa, antes de ser designada al frente de la nueva cartera de Seguridad.
En ese entonces, la Dirección de Fabricaciones Militares dependía de Defensa, pero ahora pasó a la órbita del ministerio de Planificación, sin que el nuevo titular del área, Arturo Puricelli, a fin de cuentas otro “pingüino” tardío, pero “pingüino” al fin, dijese absolutamente nada.
El Jefe de Gabinete, en el marco de la paulatina pérdida de poder que ha sufrido desde que Cristina Fernández decidió sacarle el manejo de las fuerzas de seguridad, no pudo hacer demasiado para evitar ese traspaso, que le otorga más poder a De Vido ya que le permite manejar una nueva “caja” como es la de las fabricaciones militares, cuya actividad en el marco del Programa de Producción o para la Defensa se busca reactivar.
Aníbal no tuvo mejor idea que salir a petardear el plan de radarización, en un mensaje que se pareció demasiado a un tiro por elevación contra las posiciones de De Vido y su defensa de esa estrategia para ponerse en línea con lo que reclaman desde los Estados Unidos.
Lo hizo en su acostumbrada lengua barriobajera: “el tema de la radarización es una gansada, una de las tantas zonceras argentinas, no sirve para nada porque en general los aviones no aterrizan en las pistas clandestinas, vuelan a baja altura para no ser detectados y tiran la carga desde el aire”.
En privado, De Vido puso el grito en el cielo por esas declaraciones, y no tardó en actuar en consecuencia: el lunes y martes, durante los feriados de carnaval, terminó de cerrar un convenio con la empresa INVAP (Investigaciones Aplicadas), con sede en Bariloche y que ya ha trabajado para el gobierno en proyectos satelitales, por ejemplo, para la construcción de 22 radares de última generación.
La empresa se encargará, según del acuerdo, de las etapas de desarrollo, construcción, instalación y mantenimiento de esos aparatos de últimas tecnología.
Se sumarán cuando sean entregados a los ocho radares que ya funcionan en el país que fueron instalados por la Administración Nacional de Aviación Civil (ANAC) que conduce el joven de La Cámpora, Mariano Granados, hijo de Alejandro y Dulce Granados, los caudillos ex menemistas y ahora devenidos en hiperkirchneristas del partido bonaerense de Ezeiza. Esos aparatos fueron instalados en Bariloche, Quilmes, Neuquén, Santa Rosa, Bahía Blanca, Córdoba, San Luis y Tucumán.
El plan de De Vido que resiste Fernández es instalar la mayoría de aquellos nuevos radares encargados a la empresa INVAP en la frontera norte del país, que por donde se cree que se registra el mayor tránsito de aviones clandestinos que operan con el narcotráfico.
Curiosamente, si hay que creer en las casualidades en política, en medio de la nueva interna entre ambos funcionarios se reactivó la semana anterior la causa que Aníbal le sigue en la Justicia a la líder de la Coalición Cívica, Elisa Carrió, por calumnias e injurias.
Lilita lo había acusado de no hacer nada para combatir la droga, y de ser el jefe del narcotráfico en la Argentina.
Eugenio Paillet
La Nueva Provincia
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