martes, 25 de mayo de 2010

DOS DECISIONES ACERTADAS DE LA PRESIDENTE

El irregular, zigzagueante y controvertido proceder habitual de la presidente Cristina sorprendió con dos decisiones adecuadamente evaluadas que constituyen sin dudas un verdadero acierto en las celebraciones de este Bicentenario del primer gobierno patrio.

La primera es a su inesperada y sorpresiva ausencia al desfile militar del día de ayer.

Después de hasta ahora en toda la gestión de la dinastía de los Kirchner, ya inacabables siete largos años de gobierno, fue el primer desfile militar del orden de 5.000 efectivos de militares, de seguridad y delegaciones extranjeras que marcharon a lo largo del Paseo del Bicentenario, y que Cristina en su condición de Comandante en Jefe de las FF.AA. debería haber presidido.

Pero la ausencia de Cristina no se debió a la causa que irreverente e irrespetuosamente alguien hizo circular, relacionando su ausencia a la epidemia de fiebre equina.

No obstante hizo bien en no concurrir para evitar la forzada e hipócrita obligación de que las tropas de desfile rindan honores a una de las personas que más maniobró para el desmantelamiento y la destrucción de estas.

Por otra parte evitó ver personalmente en vivo y directo, el aprecio, el respeto y la consideración que tiene el pueblo argentino por sus FF.AA.

Pero sobre todas las cosas, a estos festejos acudió espontáneamente la ciudadanía que aplaudió entusiastamente el paso de las tropas y delegaciones y no su acostumbrada clientela, que adecuadamente motivados por algún beneficio económico o de otra naturaleza, conforma su habitual claqué, en sus diarios discursos de auto-alabanza o de su inconsistente óptica de ver el mundo.

Evitó en consecuencia, el fuerte abucheo, la silbatina y la rechifla reprobatoria y de rechazo a su gestión que se efectivizó, no obstante, pocas horas después, en el cambio de guardia del Regimiento de Patricios en el histórico Cabildo.

El otro hecho acertado es su decisión de no concurrir a la gala del Teatro Colón.

Su estilo y personalidad no concuerda con la fastuosidad, esplendor y jerarquía del Teatro Colón.

Su presencia sería discordante, pese a sus costosísimas joyas y vestuario.

La vulgaridad que trasunta su persona, su segura falta de puntualidad y otras consideraciones que hacen a la gente educada, causarían una segura rechifla contestaría no solo a su persona, sino también a su lamentable gestión de gobierno.

Y en el ámbito cerrado del teatro ello seria verdaderamente lapidario
Ello opacaría esa función en la doble causa que se festeja:


el Bicentenario del primer gobierno patrio y la reapertura y rehabilitación de uno de los mejores y más prestigiosos teatros del mundo, después de muchos años de declinación en su infraestructura e instalaciones.

Cristina quedaría descolocada en ese lugar.

Su personalidad es más afín y adecuada a la cumbia villera.

Por otra parte, esos lugares, como ella misma expresó, durante su gestión crecieron a la par del derrumbe de la economía.

Por otro lado sabemos que los Kirchner solo concurren a actos o reuniones seguras organizados por ellos.

Además

¿para que verse con su odiado vicepresidente y con su futuro competidor por la presidencia?

El concurrir al Colón también sería convalidar otro de los éxitos de su despreciado adversario, el Jefe de Gobierno de la Ciudad de Bs. As.

En definitiva dos decisiones acertadas de este penoso gobierno.

Obviamente conlleva un costo que a los Kirchner les importa poco o nada:

nuevamente su desprecio por el protocolo y las costumbres de gente civilizada, el desaire a las delegaciones extranjeras en el desfile y otro al Presidente del Uruguay en la velada de gala en el Teatro Colon.

Hechos que sin dudar pasarán a la historia negra de los festejos del Bicentenario de la Revolución de Mayo. Un Bicentenario símbolo de la Argentina dividida.

Dr. ALFREDO RAÚL WEINSTABL

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