LOS GRANDES ERRORES DE LA PRESIDENTE
Desde que ganó las elecciones del año pasado, la Presidente Cristina Fernández está cometiendo un error tras otro.
El último fue anunciar en
público su decisión de pasar a pesos su plazo fijo de más de 3 millones de
dólares, lo que volvió a poner su declaración jurada en el centro de la
cuestión, y la sospecha de cómo se enriqueció, otra vez, en el "consciente
colectivo" de millones de argentinos.
La promesa, con aires de acto heroico, no
solo tendrá un nulo efecto práctico en la economía nacional.
Además le podría
generar un costo adicional, al poner su credibilidad a prueba contra el deseo
mayoritario de la clase media de resguardar sus ahorros y no perder dinero por
efecto de la inflación.
El capítulo número uno del manual de comunicación
política en la Argentina sostiene que ningún ministro de Economía debería hablar
del dólar porque su sola mención genera paranoia y podría determinar corridas
cambiarias innecesarias.
Imagínense el impacto en la economía y en la imagen de
la jefa de Estado si, contra semejante acto simbólico, el dólar paralelo sigue
aumentado, al compás de las restricciones y el crecimiento de la
inflación.
El segundo gran error fue presentar a Daniel Reposo como
candidato a Procurador General, en reemplazo de Esteban Righi.
Es impensable,
después de tantos años en el ejercicio del poder, que nadie, entre su pequeño
círculo de consejeros, le haya avisado a la Presidenta que el curriculum de
Reposo no resistía ni un simulacro de audiencia pública.
También cuesta creer
que nadie le haya advertido sobre el papelón que podía resultar su comparecencia
en el Senado.
Reposo solo había hablado frente a miles de personas cuando lo
dejaron exponer ante las hiperoficialistas cámaras de 6,7,8, después del
episodio violento que protagonizó en el medio de una asamblea de Papel Prensa.
Ese video era un buen antecedente para dictaminar las dificultades que tiene el
responsable de la SIGEN para hacerse entender.
El tercer gran error de la
jefa de Estado es salir a ningunear, a través de su servicial jefe de gabinete,
Juan Manuel Abal Medina, al tercer cacerolazo del jueves a la noche, Día del
Periodista, producido casi el mismo tiempo en que el secretario de Medios
Alfredo Scoccimarro leyó las cuatro cartas de Reposo, en las que aparece
renunciando a su postulación.
Es probable que entre los miles de indignados que
marcharon con sus cacerolas a la Plaza de Mayo haya habido personajes que
apoyaron a la dictadura y otros a quienes les importa muy poco la pobreza de los
demás si es que no afecta su propio bolsillo.
Pero sería un gran error político
que el gobierno no "leyera" esta manifestación como una expresión contundente
del cambio de humor social que se está registrando desde principios de año.
Sus
"cráneos mediáticos" deberían tomar en cuenta dos o tres datos inquietantes.
Uno: a pesar de que ninguno de los tres cacerolazos fue cubierto por la mayoría
de las señales de cable ni los canales abiertos en el momento en que se
produjeron, cada vez demuestran una mayor convocatoria y una mayor vocación por
sostener la protesta.
Dos: no tienen un referente ni un líder, y las consignas
son poco claras y están dispersas pero cada vez hay más jóvenes entre los
asistentes a la concentración. Y tres: su "visibilidad" en las redes sociales
—un espacio que el gobierno y los blogueros K consideran propio— está aumentando
de manera exponencial, aunque desordenada.
Abal, en un comunicado que lleva su
firma, volvió a mencionar la palabra "abundancia", el mismo concepto que usó la
Presidenta, en abril de 2008 ,y que disparó la ira de miles de productores de
campo que no pertenecían a la oligarquía ganadera.
El jefe de gabinete lo hizo
casi al mismo tiempo en que otros miles de trabajadores que se sienten
representados por la CTA de Pablo Miceli marcharon hacia la Plaza de Mayo para
pedir mejores para los trabajadores públicos y los jubilados, muchos de los
cuales habían estado el día anterior en el mismo lugar con una cacerola en la
mano.
Todo indica que, otra vez, igual que con la resolución 125, el Gobierno
está eligiendo el enemigo equivocado.
Con el agravante de que ahora no hay un
Alberto Fernández que sea capaz de hacerle notar el error a la Jefa de Estado.
Fue el propio Fernández, junto con el ex presidente, Néstor Kirchner, quienes
hace ya mucho, en el principio de su mandato, le aconsejaron a Cristina
Fernández no designar a Amado Boudou enfrente de la ANSeS.
Lo contó el propio
Alberto en la televisión el domingo 3 de junio pasado, en el mismo programa en
el que Sergio Schocklender confirmó que el ahora Vicepresidente había pensado en
"algunos amigos" para que ayudaran a la Fundación Sueños Compartidos.
Tanto
Fernández como Kirchner habían recibido información que lo hacían poco confiable
para manejar una caja tan importante como la de los fondos de los jubilados y
pensionados.
Ella no dejó terminar de hablar a ninguno de los dos y les notificó
que ya había firmado el decreto.
El ex jefe de gabinete cree que la Presidente nunca ocultó su súbita admiración por Boudou y que fue eso la que la llevó a
cometer "quizá el mayor error político" de toda su gestión: elegirlo como su
compañero de fórmula en las elecciones que ganó hace solo seis meses.
¿Por qué
la Presidente no le pide un gesto patriótico, parecido al que acaba de realizar
Reposo y que le permita corregir el rumbo de su última gestión?
Porque Ella está
convencida de que entregarlo, sería todavía peor que sostenerlo.
Que la cosa no
está tan mal y que aún le queda mucho margen para manejar la sintonía fina de la
política y la economía.
Sus consejeros deberían analizar, ahora, con
detenimiento, porqué ni el uso de Malvinas ni la expropiación de YPF ni le
detención de Sergio Schocklender ni de Claudio Cirigliano les está sirviendo
para detener la caída de imagen del Gobierno en general y la de Cristina
Fernández en particular cuando todavía no cumplió ni medio año de su último
mandato.
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